miércoles, 21 de abril de 2010

Gente

En enero pasado atravesé en solitario la Sierra de Baza, en Granada. Caminar solo durante días me resulto una experiencia llena de descubrimientos, como el del silencio. Espeso, constante compañía, limpio y propicio para la ligereza de pensamiento.


Este tiempo en la India es el lado opuesto de Granada. Aquí el sonido se hace presente a todas horas y en todas partes. No me refiero solo al conocido estruendo de trafico y bocinazos que hay en las calles, sino a que todas las horas y los lugares tienen su ruidos. Hasta en la cama del hotel, en la alta madrugada, las aspas del ventilador ponen la banda sonora a tus sueños.

Lo que hace a India tan sonora es la gente, la mas completa compañía humana.

Mil millones de personas que viven en este país era para mi tan solo una cifra abultada, ocasionalmente útil en algún mapa de conocimientos de los que guardo polvorientos en el desván de mi cabeza.

Ahora voy tomando conciencia plena del significado de esta ingente humanidad, de que a pesar de que en India mueren cada año catorce millones de personas (medio millón desde que llegue) aun no he visto pasar un entierro. Veo vivos por todas partes: en las estaciones, en los mercados, en cada rincón de las calles. Abres la puerta de cualquier tienda umbría y desde las tinieblas surjen diez o mas pares de ojos repartidos en un espacio semejante a un dormitorio mediano. Te acercas a Correos y en cada ventanilla, no importa de que competencia sea, florece una enorme cola que serpentea con los cuerpos bien juntos.

Es gente. Si los sueños sonaran que estruendo no habría en la noche? Y si la memoria, los recuerdos y lo vivido se compartieran aquí: Como habría forma de albergar tantas historias de tanta gente?

Mi cerebro, que en este calor funciona con las explosiones que daría un Ford T, ha encontrado la manera de dirigir mis pasos entre tanta población: No ve. Desdibuja los contornos de las caras y los cuerpos, emite leves señales de radar para evitar el choque o que pise a quienes han tomado el suelo por asiento, pero en general mi cerebro ha hecho invisible a la gente.

Ahora, a veces, tampoco veo a los vivos.

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