domingo, 17 de febrero de 2013

Tét


Los vietnamitas celebran el año nuevo, en el calendario lunar, con la fiesta del Tét.



Este año ha empezado el día 10 de febrero y, aunque oficialmente son cuatro días, parece que la agitación no terminará hasta pasada la semana.

Como los prolegómenos de las fiestas los viví en Hué, al norte, y el final me encontrará en Vienh Long, en el sur , he asistido a las más diversas manifestaciones del Tét, como corresponde  a un país con más de 90 millones de habitantes.


En todas partes se asean y pintan las tumbas que están repartidas por los campos y las lomas. En Hué las calles se llenaban de viveros improvisados en los que se vendías flores amarillas,  crisantemos, o flores rosas que no se distinguir. Frente a cada casa se instalaban altares cubiertos de comida, presentes e incienso. En Hoi An los puentes se decoraban con luces y artefactos pirotécnicos listos para celebrar la llegada del año nuevo.  En Da Lat unos enormes globos rojos se vendías con profusión entre los viandantes y aquí en el Delta, al fin, en cada casa se celebran comidas tumultuosas.

Así es. Se invita a los parientes y amigos, se unen los visitantes que vienen por unos días desde las capitales y se organizan comidas alegres en las que, es muy posible, que se amenicen con un karaoke en el que todos, en su turno, entonen emocionadas canciones tradicionales.

En una de ellas me he visto completamente involucrado porque paré a por algo de beber en la larga travesía en bici de una isla en el río.

Tres eran las mesas principales: hombres, mujeres y jóvenes. La comida estaba en platos no muy grandes conteniendo pescado, pato o cerdo y que había que combinar en cuencos individuales combinando con fideos de arroz. La bebida, abundante, era cerveza enfriada llenando los vasos de hielo.


Claro que sentí el calor de una hospitalidad semejante, pero por un momento me vi, también, como un raro adorno para la fiesta. No me importó demasiado, pero solo ellos lo saben.