sábado, 25 de mayo de 2013

Fndiq a Uad Lau


Un huevo nadando en aceite y escoltado por aceitunas, como en el Metropol de Tanger, ha sido el ingrediente principal de mi desayuno en Castillejos.

A esa primera hora, las ocho, apenas había trafico en el camino a Tetuan. A cambio, una legion de jardineros mantenía la pulcritud de los jardines que, por kilómetros, jalonan las villas y hoteles de Restinga y Smir.

En el rincón tenia una cita con mi infancia en el borde de la playa que ha menguado tanto a favor de un lustroso paseo. Hay un viejo solo y afanado en la reparación de su red que levanta la cabeza y conversa conmigo en español. Ya no hay golpeteos de carpinteros de barcas; confinadas ahora en un arrinconado y rocoso puerto.

Renuncio a acercarme al cabo Negro y a Martil por no ampliar arriesgadamente la etapa.

Bordeo Tetuan afligido por el viento en una interminable circunvalación. Cruzo el río y tengo franca la carretera a Uad Lau, a 40 kilómetros. A una primera hora veloz le han seguido fatigosas cuestas que hablan del poco afecto de los ingenieros marroquíes por los puentes y, por esa razón, nos vemos arrojados la carretera y yo a la profundidad de cada arroyo y a las crestas de una costa abrupta y elevada a plomo sobre el mar. No puedo evitar pensar los buenos motivos que tuvo mi padre para no meterse nunca con su coche en este berenjenal,



En bici no hay ocasión a la duda y persevero hasta alcanzar, poco después de las dos de la tarde y tras 82 km de etapa el plácido y costero Uad Lau, en el mismo borde del mar y del río que le da nombre.

Mi hotel hoy es mínimo pero su ducha reconfortante y la azotea esta batida por un persistente viento que todo lo seca.